LOS GUCCI: TRAICIÓN Y ASESINOS A SUELDO
La historia de esta influyente familia florentina se escribe con terroríficos renglones de traición y asesinato, ríete tú de los Medici. Cuando el imperio familiar cimentado por Guccio Gucci en 1921 empezó a tambalearse, Paolo Gucci (nieto del fundador de la firma y entonces director creativo) mandó encarcelar a su padre acusándole de fraude fiscal y denunció a su primo Maurizio por manipulación de herencia y evasión de impuestos. Éste último le ganó el round y consiguió erigirse como el único representante lícito de los Gucci, Paolo vendió su parte de la compañía a un banco de inversión árabe por un buen pico pero el karma, implacable, le llevó a la bancarrota pocos años después. Murió de hepatitis en un hospital de Londres, lejos del imperio que tanto ansió.
Maurizio Gucci corrió incluso peor suerte: su exmujer se compinchó con un camello, su chófer, un exportero de hotel y una pitonisa napolitana para asesinar al padre de sus hijas, un poco por despecho y otro poco por miedo a que éste dilapidara su fortuna y dejara a las niñas sin herencia. El teatro de exviuda plañidera de Patrizia Reggiani le duró los dos años que tardaron los carabinieri en descubrir que el asesinato no era obra de la mafia ni de misteriosos financieros árabes como creían, sino de una mujer que decidió servir la venganza en plato frío, casi 11 años después de ser abandonada, porque los 600.000 euros que le dejaron el divorcio le parecían "un plato de lentejas", y que rechazó la libertad condicional porque "salir significa trabajar y yo no he trabajado en la vida".