Una de las cosas más especiales que tiene Madrid es que un día anodino vestido de gris y sin expectativas, puede convertirse en una experiencia de ensoñación glam salpicada de brillo y terciopelo rouge. Ese universo de glitter improvisado y olor a cuero se aloja en una de las salas del Museo de Traje, ese espacio tan bien escondido entre las arboledas de la Ciudad Universitaria (que no visitas desde que te licenciaste...) y que rinde un merecido homenaje a uno de los huracanes profesionales de la Movida madrileña: el maravilloso Tino Casal.
Al ritmo de temazos ya clásicos como Eloise o Embrujada (que tararean con toda la gracia las dos únicas personas que están en la muestra esta mañana: el guardia de seguridad y la dama de recepción), la exposición revela la cara más lograda del dandismo en versión española con un recorrido por los mejores looks del artista. Y es que, habituado ya desde los años 60 a las miradas inquisidoras nutridas del más casposo conservadurismo en materia estética y moral, Tino Casal fue encontrando su personaje "a medida que se soltaba la melena y le crecía el tacón".
Como buen moderno de categoría premium, con una piel tan camaleónica como la del mismísimo Bowie, Casal construyó su imagen a base de superposiciones barrocas y eclecticismo kitsch: los toques de folclorismo español (dato para los Juradistas: Casal asesoraba a Rocío Jurado para afinar sus puestas en escena!!) conviven con el punk de sello londinense (era habitual de tiendas como BOY o la celebérrima SEX de Vivian Westwood y Malcom McLaren), influencias pop y neorrománticas y mucho, mucho, leoparderío y serpenterío de segunda mano.